LA OPINIÓN DEL DIRECTOR
Es innegable que la desconfianza de la sociedad mexicana en sus autoridades es cada vez mayor, los políticos no solamente se han ganado el descredito por sus deficientes gestiones gubernamentales, sino que a pulso muchos de ellos alcanzaron el repudio popular por sus constantes abusos, por beneficiarse del desvió de recursos públicos y por informar engañosamente a la población.
Pareciera que desde hace muchos años a la clase política lo que menos les importa es el bienestar de los ciudadanos, porque de acuerdo a lo que se difunde en los medios de comunicación, las prioridades de varios Diputados, Senadores, Presidentes Municipales, Gobernadores y Funcionarios del Gobierno Federal, han sido el acumular poder, riqueza y permanecer el mayor tiempo posible, en diversos cargos gubernamentales para vivir a toda costa del erario público.
Los Partidos Políticos no se salvan del desprestigio, porque se asignan enormes cantidades de dinero para su supervivencia y para las campañas electorales, peor aún, se gastan el dinero irresponsable e inconscientemente, cuando esos recursos se requieren desesperadamente para cubrir las necesidades más elementales de la gente.
Por si no fuera suficiente el daño con lo anterior, insisten en promover candidatos sin una preparación adecuada para las funciones que deben de desempeñar en los cargos para los que fueron elegidos o designados.
A lo largo de nuestra historia son incontables las administraciones públicas deficientes, que por incompetencia o negligencia dañan seriamente el desarrollo en las zonas urbanas y rurales, pero incluso estas afectaciones se potencializan cuando se descubre que algunos funcionarios protegen a grupos de personas deshonestas, ambiciosas y hasta relacionadas con actividades ilegales u criminales, porque esas acciones lastiman severamente a los habitantes de nuestra nación.
La ineficacia y las acciones ilegales de los gobernantes tienen decepcionada a una gran parte de la sociedad, la impunidad es otro enorme flagelo social, no hay castigos para la negligencia o para la corrupción, cuando se detectan cualquiera de las dos o ambas, solo se difunden escandalosamente, pero no hay consecuencias o cuando las hay, estas son realmente insignificantes, con lo que se estimula a ser negligente o deshonesto.
Las pasadas elecciones en los estados, son una muestra fehaciente de lo que señalamos en este espacio, algunos gobernantes se negaron a escuchar reiteradamente a los miembros de sus comunidades y el resultado de ese divorcio entre la colectividad y sus autoridades se reflejó con cantidades abrumadoras de votos en favor de sus opositores, poco sirvió que en algunas entidades hubiera candidatos calificados y de buen prestigio, la gente estaba cansada de los gobiernos en funciones.
En Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, la sorpresa hubiera sido que los electores le refrendaran el voto al partido que los gobernaba, por lo visto no se aprendió nada de lo sucedido anteriormente en Sonora y Nuevo León respectivamente.
Ahora los partidos políticos no solo deben preocuparse por impulsar candidatos honestos, capaces y de buen prestigio, sino que deben de vigilar las acciones de los funcionarios emanados de sus filas mientras realizan sus gestiones públicas, porque si no lo hacen seguramente obtendrán el rechazo total de sus gobernados.
Pronto sabremos si la democracia está mejorando a los políticos o si siguen en este espiral sin fondo de desprestigio, decepción o de hartazgo y hasta repudio de la sociedad mexicana.
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