PULSO CRÍTICO
HÉCTOR MANUEL RAMOS PRECIADO
Aunque todavía no concluyen oficialmente las elecciones internas de los partidos Demócrata y Republicano de los Estados Unidos de Norteamérica (EUN), es casi un hecho que el próximo 8 de noviembre se disputaran la presidencia del país más poderoso del mundo el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton.
Trump aseguró la candidatura con la declinación de su principal rival, Ted Cruz y a Hilary Clinton se ve poco probable que el senador Bernie Sanders le arrebate la candidatura, a menos que avance la investigación en su contra del FBI por haber transmitido a través de su correo electrónico personal información clasificada cuando era secretaria de Estado.
Se da casi como un hecho la disputa presidencial entre Trump y Clinton y a los latinoamericanos nos preocupa – mucho – que Donald Trump vaya a ganar las elecciones presidenciales, pues para nadie es secreto que quien gobierna los EUN paralelamente co- gobierna a casi todos los países que están entre el Río Bravo y la Patagonia. Es indiscutible la influencia que tiene un presidente de EUN en nuestro continente y principalmente en nuestro país, donde desde finales del siglo XIX al amparo de la frase “América para los americanos” dieron vida a la Doctrina Monroe; la primera doctrina extraterritorial de ese país, con la cual los EUN públicamente rechazaron los intentos europeos de reconquistar América, pero que también dieron la pauta a políticas abiertamente intervencionistas en la vida interna de los países latinoamericanos; intervencionismo que persiste actualmente y que de llegar a manos de Trump afectaría seriamente nuestras vidas.
La candidatura de Trump ha sido el suceso que ha puesto los ojos del mundo sobre esta contienda y más que poner atención en sus polémicas y contradictorias declaraciones xenofóbicas es importante reflexionar sobre los motivos que le han permitido ganar la candidatura a pesar de sus declaraciones contrarias a los avances mundiales en materia de derechos humanos. Donald Trump supo captar el descontento y frustración de la clase media estadounidense que día con día constata el derrumbe del “American Way Life” también llamado sueño americano y con su discurso llama a recatar la grandeza norteamericana. Al amparo de su eslogan ‘volvamos a hacer grande a América’ se hizo inteligentemente de los votos internos de su partido y ahora tiene a tiro de piedra la presidencia a la que podría acceder con el mismo discurso y misma postura, porque la gran mayoría de sus electores ven depositada en su persona la esperanza de recuperar la grandeza perdida Del otro lado, Hilary Clinton representa la renovación de la continuidad y del “Establishment”.
Tampoco hay que dejar de lado que para muchos electores del vecino país, votar por Trump representa dar un salto al vacío y un futuro incierto con potencial, además, de generar un clima inédito de zozobra en todo América y el mundo.
La cita en las urnas de los EUN está en puerta y se planteará sobre bases inéditas ante dos escenarios inminentes: Uno, la llegada de la primer mujer presidenta y Dos, el arribo de un magnate con rasgos de fascista.
Todo se definirá en la inminente campaña presidencial por comenzar, que estará como para comerse las uñas y comprar boleto en primera fila.
