PILAR PORTOCARRERO
Crecí en medio de un círculo donde no había medias tintas, donde las mujeres eras decente o no. Donde los adjetivos calificativos iban a la orden del día, algo a lo que siempre me rebelé; y en donde los hombres tenían licencias para mentir y ser perdonados infinidad de veces, lo que fui asumiendo como algo normal dentro de mi vida.
Pero fui creciendo y reparando en el doble discurso de personas a las que yo consideraba de una moral intachable, a las que admiraba, en quien confiaba y seguía por las convicciones que decían tener.
Me decepcioné y no por sus faltas, porque siempre entendí que no es bueno juzgar, ya que nadie sabe qué lleva a alguien a actuar como lo hace; sino porque me di cuenta que vivían en una plataforma de mentiras siendo implacables con aquellos que simplemente vivían, se equivocaban, pero disfrutaban los momentos.
En la actualidad me topo de vez en cuando con gente de mente cuadrada que ignora la gama de colores que hay dentro de una paleta. No todo es blanco ni todo es negro, y en la vida lo que sobra son los matices que uno debe aprender a apreciar. Lo que es moral para uno no lo es para el otro, ¿Y qué hay con eso?, hay que respetar el espacio de los demás y dejarlos ser.
La libertad no es algo que debemos perseguir o soñar, se debe sentir y reflejar en las cosas que hagamos; y cuando eres realmente libre lo demás no importa. Tú administras tus duelos, pones pautas a tu vida y vives tus relaciones como mejor te plazca. Y al final también te pasan la factura por lo que haces o no; y es preferible asumir las consecuencias por tus decisiones que por seguir los modelos de los demás.
Nosotros debemos escribir nuestra historia, sufrirla, gozarla y disfrutarla hasta que llegue el día en que debamos ponerle un punto final. El amor siempre es amor, y la vida es una sola, pero cada quien le pone la intensidad y el color que más le guste.
“Soñar es solo el principio”