PILAR PORTOCARRERO
Siempre que llega esta época del año andamos de prisa queriendo ganar al tiempo porque además de las ocupaciones de siempre, tenemos que comprar los regalos.
Es una tarea que a muchos les gusta y que para otros representa una verdadera tortura. Yo disfruto escogiendo cada cosa, aunque nunca le atino, porque por más ganas que le pongo mis gustos no siempre coinciden con la gente que quiero. Que si el color, que si la forma, que si soy algo excéntrica, así que este año decidí que no volvería a sorprender con uno de mis regalos, y pregunté abiertamente qué querían para Navidad. Todo resultó mejor de lo que pensaba, aunque como siempre, y para no perder mi sello, equivoqué los regalos. Pero así soy yo: despistada a morir, y aunque le ponga las ganas para no fallar, siempre ocurre algo que desprende comentarios como: “Ay, mamá, no serías tú sino pasara esto”
Pero ocurrió algo que me hizo reflexionar. Le contaba a alguien que ya había comprado los regalos de navidad y como respuesta me dijo: “¿Y qué compraste para ti? ¿Para mí?, pregunté sorprendida. Debes regalarte algo por navidad, agregó. Y ese comentario me dejó pensando.
Quería comprarme un libro, pero luego me di cuenta que ninguna cosa material podría llenar o calmar los demonios que escondí a lo largo de este año. Y pensé en cuál sería el mejor regalo que podría hacerme para empezar un nuevo año con menos carga dentro de mi mochila.
Entonces reparé que todos en esta época hablamos de amor, paz y perdón para el mundo y quienes nos rodean. ¿Y qué hay del amor, de la paz y del perdón que nos debemos?
¿Realmente nos amamos como merecemos? ¿Vivimos en paz con nosotros mismos? ¿O nos culpamos por situaciones que nunca estuvo en nuestras manos?, pero que asumimos como culpas porque pensamos que fuimos cómplices con nuestro silencio.
No se trata de mirarte al espejo y decirte “Me amo”, sino de entender en qué estás fallando y hacerte el propósito de mejorar. Y les digo que no es fácil, para mí es una tarea titánica que a veces me deja sin fuerzas. Tampoco se trata de ocultar tus fantasmas debajo la cama sino de enfrentarlos. Y les confieso que hay veces que encadeno a mis fantasmas para que no me molesten, y me miento pensando que ya no los tengo, pero están ahí, asomando de vez en cuando para torturarme porque no tengo el coraje de deshacerme de ellos.
¿Cuántos vivimos con culpas que nos impide ser felices? ¿Cómo perdonarnos? Busqué en internet porque no tenía ni idea cómo hacer eso, pero creo que la receta que encontré es muy abierta, pero me sirve de base para acomodarla a mis pretensiones.
El mejor regalo que les daré a la niña y a la mujer que habitan en mí, será el perdón. Voy a perdonar todos mis errores, mis silencios, y el amor que no me entregué durante este año que está terminando. Ya empecé a hacerlo, y sé que me espera un largo camino por recorrer. Pero están las ganas y el propósito de liberarme y de encontrar por fin la felicidad conmigo misma, que es lo que realmente importa.
¡Feliz Año Nuevo!, y que sea un año de búsqueda dentro de nosotros porque ahí radica el éxito o el fracaso que tengamos en la vida.
“Soñar es solo el principio”
Pilar Portocarrero es escritora, autora de varias telenovelas, participante de varias Ferias Internacionales del Libro, incluyendo la de Guadalajara. Si quieres leer más sobre sus obras