HÉCTOR MANUEL RAMOS PRECIADO
El próximo 26 de septiembre se cumple un año de la desaparición de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero y el caso lejos de resolverse de manera satisfactoria, cada día se complica y enreda más.
Sobre el tema, el pasado 15 de septiembre el grupo de trabajo sobre desapariciones forzadas de la ONU para México, lamentó los pocos avances para frenar el problema de las desapariciones de personas en México señalando que el Estado mexicano no ha instrumentado la mayoría de las recomendaciones formuladas por ese grupo tras su última visita al país en marzo de 2011. Consideraron aún más preocupante que la situación se haya incluso deteriorado desde la fecha de esa misión y que el Estado Mexicano no ha realizado un diagnóstico nacional exhaustivo sobre este flagelo ni se han desarrollado medidas integrales para abordar el problema. A la vez, el grupo reconoce como un avance las reformas constitucionales en derechos humanos, la adopción de la nueva Ley de Amparo, la Ley General de Víctimas en México y también valoró la emisión de varias leyes locales en la materia.
Qué triste para México y nuestros hermanos de Colombia, que nos parezcamos en tantas cosas y que en este caso coincidamos en el horror de las desapariciones forzadas y no forzadas, que acontecen a lo largo de nuestros territorios, que se han convertido ya en una gran fosa común. Sin duda será la tragedia del siglo que marcará para siempre a nuestro país.
Colombia tiene 100,204 desaparecidos en total durante 76 años y México en apenas 9 años reporta cifras oficiales de 27,523 casos y las desapariciones no paran. Ambos países suman juntos más de 128.000 personas desparecidas, cifra muy cercana a la población de Lagos de Moreno, El Salto, Tepatitlán de Morelos o Zapotlán el Grande y superior a más de la mitad de los habitantes de la mayoría de los municipios de Jalisco. Dato nada más para dimensionar el tamaño del problema, ¡por si hiciera falta!
Las desapariciones de personas en ambos países coinciden también con el fortalecimiento de los carteles delictivos y la “guerra” contra el crimen organizado. Se asume que los desaparecidos tuvieron una muerte violenta. También ambos países carecen de protocolos de búsqueda y el Estado investiga a medias las desapariciones; negándoles a los familiares por lo menos la posibilidad de una última despedida de sus familiares, dejando estos casos en el limbo jurídico y social.
Dentro de las mismas similitudes del fenómeno de las desapariciones, México y Colombia igual coinciden en tener dos casos emblemáticos: Por nuestro país, el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 y por Colombia el caso de los 444 desaparecidos durante los años 1990 al 2013 en Buenaventura, Colombia; un poblado al que le llaman la capital del horror y que cuenta con cerca de 400 mil habitantes Afrocolombianos.
A unos días de que se cumpla un año del caso Ayotzinapa, por lo inaudito del mismo y porque lamentablemente ha dado la vuelta al mundo generando mala fama a nuestra nación y gobierno; son de esperarse, en el primer macabro aniversario, una serie de protestas públicas que pueden dar mucho más de que hablar en torno al tema. Habrá que estar pendientes.