EL NIÑO EN LA PLAYA Y LA CASA DEL MIGRANTE
HÉCTR MANUEL RAMOS PRECIADO
Que podemos pensar cuando vemos en los medios de comunicación electrónica o impresos la fotografía de Aylan Kurdi, el niño sirio de 3 años de edad que yace sin vida en una playa de Turquía. Imagen, que en cuestión de horas dio la vuelta al mundo y apareció en todas las portadas de los medios de comunicación nacionales e internacionales.Al ver la impactante imagen – que no necesita ni una sola palabra para expresar su enorme significado – muchos nos hemos llenado de conmoción y profunda tristeza, pero también ha habido quienes permanecen indiferentes y quienes critican que se difundan imágenes tan crudas, mas porque se trata de un niño.
No es la primera vez, ni será la última; que una fotografía desate el debate sobre la idoneidad -o no – de publicar en los medios de comunicación imágenes tan sensibles. La diferencia en este caso estriba en saber distinguir entre informar para crear conciencia y la morbosa búsqueda del rating a cualquier precio.
La fotografía del niño Aylan, seguramente pasará a la historia como las imágenes de la niña del Napalm de Nick Ut, la del soldado abatido de Capa, o la de la ejecución en Saigón capturada por Eddie Adams. Todas ellas en su momento fueron también cuestionadas por la crudeza que proyectaron y sin embargo a la postre, con el tiempo, – sabio como siempre – se le dio la razón a quienes las publicaron. Hoy esas imágenes forman parte del patrimonio y de la conciencia de la humanidad.
Más allá del debate sobre la ética del fotoperiodismo, es oportuno preguntarnos ¿Una fotografía como esta, puede remover nuestras conciencias?
Debería, pero parece que no. ¿Por qué? Pues porque el problema migratorio no solo es de Europa (cuna de la civilización occidental), si no que también es un grave y creciente problema de nuestra América y nuestro México; donde por un lado los Estados Unidos de Norteamérica cierran las puertas a nuestro connacionales que arriesgándolo todo buscan rehacer su vida dignamente y por el otro, de manera simultánea, en México hacemos cosas similares o peores con nuestros vecinos centroamericanos. ¡Ahhh! – Pero eso sí – ¡condenamos unánimemente las declaraciones racistas de Donald Trump!, mientras nos hacemos de la “vista gorda” ante el paso y sufrimiento de nuestros hermanos centroamericanos que transitan por nuestro territorio sin acceso a los derechos fundamentales como la salud y la alimentación, y la seguridad o la justicia, para salvarlos del crimen organizado que cada vez atenta mas contra ellos.
Como muestra de nuestra indiferencia, basta un botón: El cierre hace unas semanas – por falta de seguridad -, del “Centro de Atención al Migrante FM4 Paso Libre” que apoya con comida, ropa, medicina, artículos de higiene y asesoría jurídica a indocumentados centroamericanos que pasan por Guadalajara rumbo a Estados Unidos y la protesta de vecinos de colonia Arcos, en Guadalajara porque el Gobierno del Estado quiere reubicar en esa colonia la casa del migrante.
No esperemos que pasen ante la comunidad Internacional una fotografía de una tragedia en México como la del niño Sirio, para dejar de ver a los indocumentados como solo cifras o como un problema ajeno a nosotros y pongamosle rostro, nombre y apellidos a cada uno de ellos, para darles la importancia que cualquier ser humano merece y que por fortuna a nosotros se nos reconoce.