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Allá en la Fuente

PAÍS SIN MEMORIA

RODOLFO CHÁVEZ CALDERÓN

Nos vendieron un presidente con las manos limpias, ¿recuerdan?… y le entregamos un país en vías de desarrollo. Las ciudades de nuestro México todavía eran más o menos tranquilas, sin embargo él se encargó de desatar las fuerzas del mal. El efecto “cucaracha” se globalizó, se proyectó hacia todo el país y ahora, después de casi nueve años, aún pagamos las consecuencias. Hablo de aquél presidente de México que tal vez sí leía libros, que igual que su antecesor y su predecesor, se equivocaba frecuentemente, pero que tenía la habilidad para remendar los entuertos a tiempo y que no llegaran a la opinión pública. Aquél que “haiga sido como haiga sido”, llegó a la presidencia de México.

Aquél presidente que permitió la creación del grupo La Familia Michoacana, si no es que lo sustentó, porque precisamente hablamos de su tierra natal; aquél que mandó al Ejército a combatir al narcotráfico a pesar de que sabía que dentro de las fuerzas armadas hay facciones bien definidas y que mientras unos protegen a “unos”, otros protegen a “otros”. Lo que generó no solamente el tan sonado “efecto cucaracha”, sino que además convirtió a muchos delincuentes en “perros del mal” que al sentirse perseguidos y violados en sus derechos fundamentales, brincaron todas las barreras,  diversificaron sus actividades y la delincuencia común se fortaleció al amalgamarse con los elementos del Narco, de la trata de personas, del secuestro, y todo llegó a convertirse en uno, ante la inefectividad del Ejército, de las policías municipales, de las policías estatales y el contubernio de muchos de ellos, incluso de las corporaciones federales, las más involucradas y las que prácticamente nunca salen a relucir cuando se habla de corrupción, porque a nivel nacional, si no son respetadas, al menos son ignoradas.

Felipe Calderón, de quien hablamos precisamente, el presidente del empleo y de las manos limpias, convirtió a México en un país de desempleados y violentó las raíces de la delincuencia. Sembró muerte en nuestro país. Y cierto, tal vez en la administración actual se haya duplicado la cifra de muertes por violencia de la mafia, lo cual es deplorable, pero esta vez no ha sido consecuencia de una orden presidencial, sin embargo la situación actual se le achaca a Peña Nieto, al presidente en vigor.

Y si, es de criticarse que los contubernios siguen, las situaciones extrañas continúan, la “libre convivencia” entre autoridades y narcotraficantes, secuestradores, robacarros, asaltantes de casas habitación, asaltantes de negocios, extorsionadores y toda clase de malandrines, no ha cesado, por el contrario pareciera que se tratara de incondicionalidades entendidas, como si al recibir el nombramiento un policía municipal, estatal o federal, o un soldado, recibiera inherente la estafeta de protección a determinado grupo de delincuentes.

La víctima de un delito carece de garantías. Nuestro sistema policiaco no ha cambiado, sigue en la etapa de actuar, tal vez durante y posiblemente después de cometidos los delitos, pero nunca antes. Y es que preocupado por hacer viables las reformas que le exige el Banco Mundial, para mantener la línea de crédito y el estatus de “país en desarrollo” a México, el presidente Peña Nieto se ha olvidado de otras reformas. Se han creado instancias inútiles, como la Justicia Alternativa, que ni es alternativa, ni es justicia, que solamente da la oportunidad a vivales, para abusar aún más de quienes no tienen preparación ni manera de defenderse.

No hay quien, ni manera de llamar a cuentas a quienes desde un escritorio, o a través de un teléfono desprecian al solicitante y con su negligencia dejan sin oportunidad a quien enfrenta una emergencia. Todavía si usted llama a los teléfonos de urgencias de cualquier corporación o institución de seguridad, lo primero que le responden es que tenga calma, que nada va a pasar, como si ellos a través del teléfono tuvieran el control remoto para  apagar al delincuente, o para abatir las consecuencias de las heridas, o para suspender los efectos de un padecimiento repentino. Establecemos que el “antes de” carece de estructura, si acaso se pretende, mediante esfuerzos incipientes y aislados, desarticulados del todo, establecer una cultura de la prevención, pero no siempre resulta efectiva la forma. Son semillas que se lanzan al aire sobre terreno que puede ser fértil o no, al azar, pero no se han establecido procedimientos claros, precisos, que lleven a los niños y a los jóvenes a ejercer el respeto hacia los demás, a no tomarlo ajeno, a no consumir drogas, por el contrario, tenemos diputados que buscan aumentar su popularidad legalizando el uso de estupefacientes que si bien pueden no hacer daño al organismo, igual que otras substancias, pero ocasionarían un daño social al permitirse como drogas de origen, que llevan luego al consumo de otras mayores.

Parece increíble, pero si repasamos el esquema planteado por Vicente Fox en su sexenio, a pesar de las “burradas” que lo vimos cometer, nadie lo odió, por el contrario a los mexicanos les parecía chistoso y eso tranquilizó al país. El mismo Fox ha declarado que si se legalizara la mariguana él se dedicaría a venderla. Dijo una y otra cosa, habló una y otra vez de cosas y situaciones que si las hubiera hecho Peña Nieto casi, casi, ya lo hubieran asesinado. Pero Vicente Fox no tenía en su contra la maquinaria que hoy tiene Peña Nieto. Un grupo de inteligencia dedicado únicamente a promocionar negativamente su figura, su persona, tal vez el mismo grupo que en su momento preparó todo para desaparecer de la planilla presidencial al “amigo” tan especial del presidente Calderón, cuyo avión se desplomó envuelto en llamas y todavía nos hicieron creer que fue un accidente.

Tras el “accidente” de 2008, en que murieron José Luis Santiago Vasconcelos, uno de los principales mandos de la PGR y Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación, nunca se mencionó a “El Chapo” Guzmán como interesado en que ese avión cayera, a pesar de que José Luis Santiago Vasconcelos estaba condenado a muerte desde que mantuvo preso al hijo de “El Chapo”, Archivaldo Guzmán Salazar durante más de dos años, sin fundamento legal alguno. Pero además nunca se dijo que entre el mismo gabinete presidencial y el partido en el poder, había serias inconformidades a consecuencia de que Juan Camilo había desplazado a las figuras consideradas de mayor arraigo en el organismo político y en él se había concentrado toda la fuerza y la operatividad presidencial. Este  columnista siempre manifestó en columnas escritas, en aquél entonces en La Prensa Jalisco, que se trató de “una conjunción de intereses”, indudablemente dos facciones, una de ellas política, la otra ciento por ciento delictiva. Incluso hubo una nota para televisión que se armó y se montó en un programa que de manera externa se publicaba en Canal 4 de Guadalajara, pero Televisa nunca permitió que saliera al aire esa nota.

Pero volvamos al inicio de nuestra historia. Cuando Calderón alzaba la voz al final de su sexenio para tratar de justificar la violencia y la ingobernabilidad, decía que había tenido que soltar al Ejército para que combatiera a la delincuencia porque ésta se hallaba desatada. Mentía, porque la violencia se suscitó por la falta de estrategia al momento en que los militares salieron a las calles para abatir a unos y proteger a otros, porque el Presidente en turno quiso ignorar la corrupción existente y creyó que con una orden presidencial se resolverían todos los problemas en el país.

Si se tratara de calificar a los últimos tres presidentes, a Vicente Fox le pondríamos un ocho; a Felipe Calderón un cinco y a Enrique Peña Nieto un tres, porque no ha logrado recuperar el terreno que Calderón hizo perder a México.

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